Es una auténtica pena observar cómo cientos de creaciones, pensamientos, informaciones, inquietudes, opiniones y debates tremendamente valiosos que disfrutamos cada día a través de nuestros contactos en las redes sociales, están en realidad limitados a expandirse dentro de pequeños círculos en mayor o menor grado cerrados. Aunque muchas personas tengamos la suerte de poder disfrutar y aprender de las otras personas con las que nos relacionamos, ¿no habéis pensado nunca cuántas otras aportaciones nos estaremos perdiendo por no poder acceder de ninguna manera a esos otros círculos cerrados con los que no hemos tenido la casualidad de generar algún contacto? De la misma forma, son muchas las personas que no pueden ni podrán acceder a nuestras aportaciones, ni opinar, ni corregir, ni añadir, ni debatir con nosotros por no pertenecer a nuestra red de contactos personales, aunque en realidad compartan nuestras mismas inquietudes.
¿Cuánto más útiles serían todos nuestros pensamientos u opiniones si pudieran estar disponibles para cualquier persona, en cualquier parte del mundo, en lugar de estar accesibles tan sólo a un reducido número de personas? ¿Cuánto más enriquecedores podrían ser los debates generados a raíz de nuestras publicaciones si en ellos cualquier persona del mundo pudiera intervenir, aportar, corregir, desmentir o añadir información, en lugar de sólo poder hacerlo las personas que ya formen parte de nuestro círculo social? ¿Cuánto más podría evolucionar el intercambio y la generación de conocimiento e información abriéndolos a la red en general, en lugar de forzarlos a dar vueltas sobre sí mismos dentro del mismo espacio?
Esto es un mal inherente a las redes sociales centralizadas, como Facebook, que no sólo acaparan y concentran una cantidad ingente de información y de poder, sino que además suponen una gran limitación para la expansión del conocimiento entre nosotros, un tremendo control sobre la información que generamos, y un fuerte condicionamiento tanto en la forma en la que podemos generar contenidos como en la forma de relacionarnos para compartirlos. Todos estos factores devienen inevitablemente en un bloqueo insalvable que impide la natural evolución y propagación del conocimiento, y que debiera ser decisivo a la hora de reconsiderar la continuación de su uso. Pero actualmente son tantas las personas de nuestro entorno que utilizan las redes sociales que alejarnos de estas plataformas pareciera que nos excluye de la realidad social que nos puede ofrecer internet.
Nada más lejos de la realidad, en una escala de valor de las relaciones sociales en la red (como podemos consultar, por ejemplo, en la pirámide del compromiso), las redes sociales se sitúan en los niveles más bajos. La realidad es que los llamados libros de caras o de cromos, como Facebook, no generan ningún valor de desarrollo o crecimiento ni social, ni comunitario, ni de conocimiento. Nos arrastran sin más remedio a la consolidación y la hegemonía de una cultura de la adhesión que nos aleja progresivamente de todo compromiso social y limita nuestra presencia activa y creativa en la red tan sólo a mostrar complacencia sobre información que otros generan (a través del megustismo o el retwitteo). Y mientras su uso nos va zombificando irremediablemente como meros receptores pasivos, la poca y escasa capacidad creativa o de articulación de conocimiento que pudieramos continuar generando seguiría siendo incapaz de expandirse más allá de los estrechos “muros” en que se comparta. Y, sin embargo, la suma de toda la información generada por sus millones de usuarios, aunque disgregada e inconexa para nosotros, sí que serviría para centralizar y acumular cada vez mayor poder en sus dueños. Y todo gracias a nuestra inestimable colaboración alegre y desinteresada.
Pues bien, con el fin de combatir a estas restrictivas y castradoras redes de intercambio, y aún consciente del reducido beneficio que pudiera llegar a generar, se me ocurrió hace unos días la idea de liberar de las redes sociales toda la información, opiniones y debates que considerase útiles para devolverlas al ilimitado oceáno que configura la Blogsfera. Así, con la intención de poder proporcionar a estos contenidos la utilidad y las posibilidades que dentro de las fauces de las redes sociales no disponen, tal y como hemos analizado en esta publicación, he incluído en el menú situado en la parte superior del blog un apartado llamado “liberado de las REDES“, a través del cual podéis consultar todos los contenidos que, desde Facebook y Twitter, iré devolviendo al internet libre. Hoy, por fin, he puesto en práctica lo que hace unos días no era más que una simple amenaza a través de la siguiente publicación que compartía en las redes sociales: